1. Me excluyo de ser excluído.
Los que habitualmente se denominan "excluidos" aún forman parte de nuestras sociedades.
Ocupan los márgenes, teniendo asignado este lugar para señalar de lo que nos espera si no nos disponemos a encarnar los ideales de la mayoría.
La rechinante disonancia existencial de este tipo de exclusión radica en el hecho de que estos excluidos quieren pertenecer a una sociedad de la que han sido desplazados.
No quiero pertenecer a una sociedad que generalmente no se preocupa por lo que es preciado a mi sensibilidad.
2. Para pertenecer a una sociedad tenés que ver la vida desde los parámetros de dicha sociedad.
Tienen que haber sido interiorizados en vos.
Sociedad es como llamamos a todos los demás que conocemos o no conocemos, con los que estamos conectados de infinitas formas: biología, amor, amistad, compañía, lealtades, necesidades, proximidad, etc.
Estamos conectados con todo lo que existe.
Con respecto a todos los seres humanos y las cosas que pertenecen a los humanos, nuestra conexión con eso se llama sociedad.
Estas conexiones se han ido racionalizando progresivamente a lo largo de nuestra historia.
Eso es lo que llamamos "sociedad":
Racionalización = contabilidad
(¿Cuál es mi número en el marco de tales operaciones?
0/0 = ∞
Pero también 1.
Soy 1, y 0, y ∞.
1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 + 1 +… ∞
Soy todos los números).
3. Hubo un tiempo anterior a que se contabilizaran todas las cosas.
Era un tiempo
de encantamiento.
No terminó.
Se lo quitó del centro, llevándolo a los márgenes, a la exclusión.
Ese tiempo todavía está aquí.
Acechando...
4. El Azar es marginal.
Si pudiéramos racionalizar todo, dar cuenta de todo, el azar desaparece.
¿Se podría afirmar que se ha eliminado al azar?
Está en todas partes...
Esta en mí.
Nací gracias a la bendición del azar.
De una desconectada cadena sin causa ni efecto.
De la misma semilla que lo originó todo.
5. Crecí con ese azar en mí.
Y creció él también
conmigo,
deviniendo
más brillante
y encantador…
Tan poderoso como un Sol.
6. Me encargué de cuidarlo.
Con cuidado paterno.
Con complicidad de hermano.
Lo respeté, a pesar de la falta de aprecio de una sociedad que, para educarme, siempre hablaba mal del azar.
Sin embargo, se servía con cada comida en la mesa de mi extensa familia todos los días.
Aprendí a jugar con eso,
a darle forma como arcilla,
a bailar con él.
Aprendí que lo que no puede explicarse puede, a pesar de todo, tener sentido.
7. En general, la gente no me entiende.
Veo que esperan que yo siga algún tipo de camino habitual,
pero ignoro ese camino con todo lo que tiene y no tiene sentido en mí.
Cuando escucho el análisis (económico o de otro tipo) de los “expertos”, nunca hablan de mí.
No estoy incluído en sus informes.
(Realmente no deseo ser incluído).
Me uno voluntariamente a aquellos cuya sensibilidad no aprecia lo que valora nuestra sociedad actual.
Nuestra sociedad valora la rentabilidad.
La especialización potencia las ganancias.
Ser un ser humano completo no es un buen negocio.
8. Mi rol es periférico.
A veces la gente quiere incluirme, hablando de lo que les gusta de lo que hago, pero realmente no me siento incluído porque hablan sin saber realmente lo que valoro.
Sin embargo,
no me importa.
No necesito sentirme incluido y no me parece necesario que la gente sepa lo que valoro.
Estas son mis elecciones personales y que comparto con algunas otras pocas personas.
Me gusta compartirlo solo con aquellos que valoran estas mismas cosas que yo, como si fueran joyas de oro.
El resto me parece muy confundido,
cuando miro sus caras,
cuando hablan,
cuando caminan,
y cuando se mueven.
Tengo certeza de mis valores.
No me pida que los enumere.
Eso es precisamente lo que siempre intenta hacer la sociedad-máquina en la que nos encontramos.
No necesito enumerarlos porque mis valores están inscriptos en mi cuerpo,
en estas palabras,
en mi aliento,
en mi amistad,
en mi abrazo.
En mi vida entera.
9. La tecnología puede permitirnos encontrar personas con ideas afines para impulsar el futuro.
Padezco discriminación por lo que hago, por lo que valoro.
La discriminación agobia a las minorías y definitivamente pertenezco a una minoría en un mundo que valora tan poco el baile.
Por eso no me ocupo en pensar demasiado en ello.
Prefiero buscar personas de ideas afines, que posean la sensibilidad para apreciar lo que yo y otros como yo hacemos, la forma en que podemos colaborar para hacernos mejores ejemplos de seres humanos.
La historia muestra que, a menudo, lo que había sido periférico se vuelve central.