Pareciera que la mayoría de los humanos quieren escaparse de sus cuerpos. Quieren irse de sus cuerpos para tal vez ocupar la posición de un general al mando de un ejército moderno, dirigiendo y enviando sus soldados hacia las batallas más peligrosas, siempre a salvo a la distancia, sufriendo únicamente daños en su reputación, lo cual no es poco, pero incomparable al de sus subordinados, rifle en mano, ensangrentados, bañados en sudor, frente a frente con un enemigo que busca inutilizarlos. O quizá querrían volar fuera de sus cuerpos, sobre la tierra y el mar, y sentir el momento presente como la fluidez del viento y la tibieza del sol al atardecer. O quizás ser el sol mismo, que saluda al planeta con una caricia antes de oscurecerse.