Los cuatro jinetes del Apocalipsis charlan en una milonga en algún lugar de Me Río de La Plata. No son personajes. Son arquetipos. Por eso pueden expresar pensamientos y tener actitudes que, por cuestiones de sensibilidad social, las personas no. No se comportan mecánicamente en relación a sus características particulares. Están interrelacionados y actúan como una nube de personalidades que fluye y se polariza, como átomos en una molécula. Hablan y piensan en distintos idiomas, saltando súbitamente de uno a otro, de acuerdo a lo que cada idioma les permite expresar mejor (para hacer la lectura menos laboriosa, comparto aquí la versión en castellano y adjunto aquí los enlaces a mis versiones original y en inglés). Pero hay que destacar que lo más importante es que bailan, es decir, que saben expresarse sin la mediación del lenguaje, y que es allí donde se encuentra el núcleo de lo que ellos son, siendo sus palabras, volcadas en este texto, apenas las huellas de vidas mucho más complejas y problemáticas.
The passionate – Mi animal es salvaje.
The questioner – ¿Qué tan salvaje? Debe estar, de algún modo, domesticado. De lo contrario, no tendrías el lenguaje para expresar tal premisa.
The passionate – Ha sido domesticado por la elaborada y ventajera maquinaria de nuestra organización humana, agotado por ella hasta el extremo de la desesperación, vaciado y aplanado como una lata de gaseosa, reciclado varias veces y reutilizado nuevamente. Para la mayoría de las personas, esta es la única manera en que saben vivir. Pero mi animal permaneció salvaje y libre en sus órganos después de muchas décadas.
The questioner – Cuando te mirás en el espejo ¿podés mirar dentro tuyo, hasta tus entrañas, y disipar todos los fantasmas de fantasías y delirios que querés creer? – dice mirándose al espejo en la pared detrás de nosotros.
The passionate – Así es como estoy trabajando para eventualmente, en la medida de lo posible, ponerme fuera de esos engranajes:
1. Tomando control personal de mi nutrición, utilizando los conocimientos más recientes sobre alimentación y preparando yo mismo todas mis comidas.
2. Empecé a prestar más atención a la manera en que duermo, a dormir más temprano al menos dos veces por semana, a dormir la siesta siempre que sea posible y a evitar la cafeína, el alcohol y otros estimulantes, especialmente después del mediodía.
3. Integré los ejercicios físicos en mi vida, no con un horario determinado para hacer ejercicio, no como una obligación, no como un esfuerzo, sino permitiendo que mi cuerpo se explore lúdicamente y saque provecho de todas sus posibilidades, potenciándolas, permitiéndole volverme más fuerte, más flexible, versátil, resistente y tranquilo, deseando ser mi cuerpo en su gloria, sin sentirme obligado a lidiar con él, como lo hace la mayoría de la gente. ¡"Yo" soy mi cuerpo! Exploro los aspectos elásticos de mi carne en su conjunto, observando cómo acumula energía para liberarla como un resorte elaborado. Al hacerlo, me di cuenta de hasta qué punto mi cuerpo es mi espíritu. Como dijo Rodolfo Dinzel en la introducción de su "El Tango - Una danza. Esa ansiosa búsqueda de libertad": "Toda aventura de búsqueda en el ámbito de lo corporal es también una aventura llena de descubrimientos en lo espiritual".
4. ¡Respirar! Pasamos esto por alto como un pescado en el agua. Creemos que es natural, pero ha estado condicionado por la educación, la cultura, el adoctrinamiento, etc., y en su mayor parte descuidado como consecuencia de su falta de valor comercial. Practico regularmente ejercicios de respiración; Me entreno para respirar de forma más eficiente, utilizando exclusivamente la respiración nasal y teniendo soluciones rápidas de respiración para afrontar situaciones emocionalmente desestabilizadoras.
5. Permito que mi espíritu disfrute la riqueza del ocio para que conserve su capacidad de permanecer con sí mismo cómoda y alegremente. En consecuencia, no espero hacer un uso productivo de cada minuto de mi vida, por lo que no me siento ansioso ante la perspectiva de perder el tiempo, de perderlo desde el punto de vista de obtener ganancias, y no me siento culpable por eso.
The questioner – ¡¿Para qué?!
The passionate (volviéndose L'autre) – Lo que más me gusta de haber ganado control sobre mi fisiología es que me vuelvo más agradable y más malvado.
El rioplatense, interviniendo después de haber terminado su café – Ahora descubrí que sí puedo ser más fuerte que las máquinas de la humanidad, que puedo ser más fuerte que la humanidad misma. Me di cuenta que la solución pasa por poder distanciarse, comenzando por rechazar primero todo lo humano, y así, después de haberse alejado por un tiempo, volver hacia ellos y utilizarlos como materia prima.
The questioner– ¿Cuál sería entonces el valor de esa utilidad?
El rioplatense (ahora ubicado en las profundidades de la Tierra, ahí donde surgen las emanaciones que inspiran las profecías de la Sibila) – Cada cosa debería ser una base para algo superior. Desde abajo: una buena fisiología para un buen baile. Un buen baile para una más profunda espiritualidad. Así sucesivamente en ambas direcciones: hacia arriba, pero también hacia abajo. ¿Qué sería la base para una buena fisiología? ¿Qué sería superior a una espiritualidad más profunda, más desconfiada? Más allá, hacia el fondo, hacia abajo, hacia el infierno, allí hay una sociedad entera que me hace posible, un mecanismo y una multitud que prefieren devenir herramientas y así ser utilizados.
Se produce una pausa y Yo le hago señas al mozo para que me traiga otro cortado.
El rioplatense continúa – Hay 3 niveles para organizar:
El cotidiano.
Lo urgente.
El largo plazo.
En una agrupación, una empresa, un ejército, una orden religiosa, una institución, un país, etcétera (pero también en un individuo), se necesitan dedicar recursos específicos a cada uno de estos niveles. En una agrupación sería pertinente asignar diferentes individuos o grupos de individuos a cada uno de los tres aspectos de la planificación. En un individuo...
–¡Y evitando todo lo que no me deje bailar!– Interrumpe, el que ahora vuelve otra vez a ser The passionate.– Los que creen en la necesidad de estar completamente organizados no pueden bailar. Para bailar es necesario aceptar algo de incertidumbre y riesgo. El riesgo siempre desafía todas las formas de organización. Podemos considerar los procesos de la vida como ciclos de aumento y caída en los niveles de organización.
– Algunos humanos son como insectos a los que tenemos que tolerar.– El rioplatense nos dice, mirándonos a los ojos uno por uno, como tuertos, o cíclopes, y se levanta para bailar la tanda de Troilo/Fiorentino con una rusa rubia.
The questioner aprovecha que nadie presta atención y me murmura, señalando con la nariz hacia la pista de baile – Son tan superficiales que son superficiales apenas en la superficie. Si elijo ser superficial, lo hago con coraje y me vuelvo superficial hasta el tuétano ¡carajo!
Dándose cuenta de que su favorita lo miraba intensamente, The passionate también sale a bailar.
Yo lo cuestiono a The questioner – ¿Qué eme quizo decir con "más malvado"?
The questioner – Dijo lo que sea que Vos hayas entendido.
Yo – Ahora entiendo menos.
The questioner – Es que falta la pregunta fundamental (moviendo la mano derecha con gesto de pregunta fundamental)... ¿Con qué propósito?
Me quedo solo.
Me pierdo en las pajas mentales de preguntarme a medias la mitad de medias preguntas.
¿No será así como se deciden los propósitos?
Miro la pista. La mayoría se menea sin estar ahí. Se dejan mover por un mecanismo ajeno. Se someten. Se sienten seguros así, evitando todo lo que les presente con claridad la incertidumbre, es decir, la vida. Se han acostumbrado a no vivir, haciendo pequeñas concesiones todos los días, eligiendo hacer lo que les parece bien a los demás. Y está bien que sea así. Necesitamos que muchos acepten encerrarse en ese tipo de vida que Calamaro señala en estos versos:
"La vida es una cárcel con las puertas abiertas
Verónica escribió en la pared con las tripas revueltas"
para que algunos podamos ser libres. No hay opción. Lo que se repite tanto de que hay que trabajar mucho para salir adelante y hacerse millonarios es lo que les justifica su sacrificarse y su no vivir, es decir, una vida estandarizada para hacer posible esta sociedad.
– Por eso tienen que ser superficiales – Le contesto a The questioner, aunque no esté ahí. Y pienso – El mayor peligro está en no reconocer cuánto tenemos de eso de lo cual acusamos a los demás, especialmente en el momento preciso de señalarlos. Es la maldición que recae sobre toda afirmación seria y profunda. La vida transcurre en la superficie. Sería imposible sin ella. "La profundidad es la superficie que gira en todas direcciones", escribió Antonin Artaud.
Fijate una cosa: todos los países han progresado siempre gracias a sus inmigrantes. La población nativa es como si fueran los dueños de una casa que de repente empieza a ser habitada por los invitados, y por los invitados de los invitados que vienen de no sé dónde. Y bué, decís, que laburen ellos, que paguen el derecho de piso. Y los inmigrantes llegan, el nuevo país les impone su cultura, herramientas que ellos no saben todavía manejar bien, un idioma nuevo con el cual no pueden profundizar. Se vuelven superficiales mientras nacen de nuevo a una nueva cultura, se vuelven, así, productivos.
Quizá abría que estar agradecidos con los superficiales. ¿No vinimos nosotros al mundo gracias a esa superficialidad, acaso? Nuestros padres y madres no nos hubieran concebido ni dado a luz si no hubieran sido superficiales en ese precioso preciso momento.
Unas llamaradas de algo vivo me calientan los ojos. Son mis amigos bailando.
Hay una diferencia importante entre mis amigos y todos los demás. A los demás, se nota, (como dice Nietzsche de los filósofos idealistas) que “sus piernas no los sostienen”. Ni física ni espiritualmente.
En alguna ocasión hemos bailado con alguien con quien hemos sentido tal conexión, tal apertura a manifestarnos, tal propiciamiento para revelarnos en el baile nuestras capacidades máximas, que todo lo que no era bailar desapareció, y el mundo y las otras parejas en la pista de baile estaban ahí de una manera muy imperceptible; todo encontró su sentido y hasta los errores se volvieron necesarios a ese baile, tanto que, ahora lo sabemos, no fueron errores sino caprichosas creaciones coreográficas, hijas del azar y de nuestra fuerza, inteligencia y preparación para integrar todo lo que sucede en el hilo de nuestra coreografía, de nuestra improvisación, como perlas y piedras preciosas, y flores y criaturas exóticas y desconocidas, que la Naturaleza, enredada con el Caos y la Nada, hace aparecer allí, para nosotros, para el disfrute nuestro y de nadie.
–¡Ese el el propósito!– Me doy cuenta.
Suena "Te aconsejo que me olvides". Veo bailar a mis amigos y recuerdo lo que Nietzsche escribió en este aforismo: "Se podría concebir una autodeterminación alegre y fuerte, una libertad en el querer, ante la cual un espíritu desecharía toda creencia y todo deseo de certeza, por haberse ejercitado manteniendo el equilibrio sobre el ligero alambre de la posibilidad, incluso bailando al borde del abismo. Un espíritu así sería el espíritu libre por excelencia”, La Gaya Ciencia, 347.
The passionate y el rioplatense regresan a la mesa.
Yo lo encaro a The passionate – ¿No tomás nada?
– No. Las substancias estimulantes te engañan de una manera peligrosa: te debilitan, pero te hacen percibir esa debilidad como fortaleza. La sensación de fortaleza es beneficiosa en sí misma. Creer que nos estamos fortaleciendo es un buen comienzo, pero se necesita más. En algún momento, lo que es fuerte más allá de las creencias prevalece. Decime, sinceramente ¿harías algo para debilitarte, por decisión propia? Sí, quizá por equivocación, a causa de alguna malinterpretación religiosa, aunque no seas religioso, ya que la religión nos ha educado por tantos milenios y por ello se ha vuelto transparente a nuestras observaciones más perspicaces. Además, el Tango ya es suficientemente estimulante. Digamos que decidí cambiar mis deberes morales por deberes fisiológicos. Lo que valoramos no debería ser "ser bueno", sino ser sano (en términos estrictamente fisiológicos); y para estar sanos muchas veces es necesaria una buena cuota de maldad.
– ¿Qué querés decir con "maldad"?
– Que los valores llamados "bueno" pueden enfermarnos, y muchas veces valores negativos, como el egoísmo, la búsqueda del placer, el deseo de poder, etc., contribuyen a aumentar nuestra salud. Si yo fuera "bueno" tendría que bailar quizás con aquella señora allá a la que nadie saca a bailar. Lo haría por compasión, y mi acción tendría que ser desinteresada, así que lo haría sin intensión de probarle a nadie que soy "bueno", no para mostrarme como "bueno", y ni siquiera por el placer que pudiera provocarme mi buena acción. Esa mujer no baila, es decir, baila muy mal. Yo sufriría. Ese sufrimiento sería un síntoma que me señala que lo que hago es lo opuesto a lo que mi cuerpo necesita, a lo que fortalece mi fisiología. Además, esa mujer baila mal porque cree en esos valores de lo moral y lo bueno; confía, cree que esos conceptos existen como un substrato del mundo, lo preexisten y predeterminan, es decir, son más reales que este mundo en donde transcurre nuestra existencia y nuestro baile, y que por lo tanto tiene asegurado su baile, y si no sucede así es porque la maldad ha triunfado por esta vez y habrá que encontrar un culpable. No lo sabe así de esta manera en que te la describo. Pero jamás pensó en ello. Y así es la mayoría de la gente. Esto es peligroso en extremo porque esa manera de concebir lo real nos lleva a conclusiones destructivas y suicidas. Por lo tanto yo, particularmente, soy egoísta, busco procurarme salud y placer, hacerme más fuerte, es decir, mejor, no "más bueno".
Aprovecho que lo tengo acá y le pregunto al rioplatense – ¿Y por qué "desconfiados"?
– Porque siempre asumimos que la comunidad en la que nacimos quiere lo mejor para nosotros. Nuestros padres, nuestros maestros en la escuela, nuestros educadores nunca habrían realmente podido anticipar las consecuencias de sus enseñanzas. Ellos solamente "creían", tuvieron "fe" en las valoraciones que nos inculcaron. Sin embargo ¿Prueba algo esa convicción? Así crecimos. De niños nunca se nos pasó por la sabiola el dudar de esa convicción. Esa convicción fue suficiente para otorgar a esas valoraciones el certificado de verdad. ¡Pero ya no somos niños! ¿De cuántas de sus propias frustraciones, quizás secreta o inconscientemente, nos culpaban a nosotros? ¿Cuánta venganza por su fracaso, dependencia, impotencia, y aversión por el riesgo hubo quizás en la manera en que buscaron debilitarnos para que no logremos ser mejores, más libres, más independientes? ¿Cuánto quizás castraron nuestros instintos para no ser inquietados por las castraciones de las cuales ellos habían ya sido víctimas? Quizá con buena intensión. Quizá con inocente ignorancia de sí mismos, esa auto-ignorancia necesaria para no dejar de ocultarse que a lo que se referían como libertad era, en realidad, sometimiento. Y todo para hacernos seres humanos buenos, hombres y mujeres "de bien". Pero no buenos bailarines. ¿Por qué? Porque ese fue quizá el mayor sacrificio que hicieron por nuestra existencia: dejaron de bailar. ¿Cuál es la mayor herencia que nos dejaron? El miedo.
Nos quedamos callados mirando la pista.
Pienso en cómo fui educado. Seguramente, adivino, de modo diferente, en muchos aspectos, a como fue educado el rioplatense. Más allá de la educación que me dieron, la parte más importante de lo que soy se ha logrado con la educación que me di a mí mismo; todo lo que aprendí porque mi curiosidad me lo pedía, lo que fui encontrando metiéndome en muchos lugares equivocados, no aconsejados, o explícitamente prohibidos. Mi vida consiste en la cadena de errores que me llevaron a este fracaso que puede verse desde ciertos puntos de vista como un éxito. Porque, vayamos al grano: soy pobre, es decir, ya estoy bien entrado en la segunda mitad de mi vida, en mi decadencia, y no tengo en mi cuenta bancaria el “primer millón” (o mil millones, razono). No invertí en la bolsa, ni en mi jubilación. Invertí en mí mismo. Lo que pasa es que yo “elegí” ser un milonguero. No tengo nada, pero soy lo que quería ser. Y todavía sigo construyéndome. Si hubiera sido de otro modo, no hubiera bailado.
Una vez tuve una alumna millonaria. Ella vivía en una mansión de esas que ves en Claremont, en Berkeley. Yo iba a darle lecciones a su casa. Me atendía su mayordomo, que era un tipo vestido así nomás, como es el estilo californiano, de vaquero y remera con un sweater. De la puerta íbamos al salón donde le daba la lección a la millonaria. Dos minutos en el primer baile, dos minutos, ni siquiera una canción entera había pasado, cuando entra el mayordomo y le dice algo a la millonaria, que se disculpa y sale de la habitación. Vuelve a los diez minutos y arrancamos de nuevo cuando suena un beeper, se separa de mí y va a leer el mensaje del beeper. Bueno, así fue toda la primera lección, y la segunda, y la tercera. La cuarta semana voy como de costumbre a su mansión, como de costumbre me recibe el mayordomo, pero esta vez el mayordomo me dice que la millonaria no está. Ok, no hay problema, le digo, y pienso para mí “no importa, esta lección está pagada”. Sé que ella me llamó esa misma tarde, pero yo estaba ocupado y no atendí el teléfono. No me dejó mensaje. No la llamé yo tampoco. No me interesaba para nada seguir trabajando con ella.
Cuando era chico me di cuenta de que vivir en un mundo imaginario era mucho más fácil. Llevar lo que imaginamos a un mundo más objetivo, al cuerpo, resulta muy costoso en múltiples sentidos. Además, tendemos a arrepentirnos de todo lo que tenemos que abandonar, dejar de lado y olvidarnos, para elegir solo una cosa y hacerla realidad. Entonces, vivir en un mundo virtual tiene sentido, excepto que si no podemos crear una realidad duradera, podríamos enfermarnos, volvernos destructivos y autodestructivos. Tendría más sentido proponer el baile como solución a una población excesivamente consumista y ávida de distracciones. El problema de una existencia virtual, como la que hoy se comercializa con el nombre de "metaverso", es similar a lo que ocurre si consumimos una mezcla de todas las sustancias que componen una manzana en lugar de comer una manzana real. Se ha demostrado experimentalmente que consumir todas las sustancias simples que componen una manzana es mucho menos nutritivo que comer la manzana real. A este fenómeno se le llama "textura", lo que significa que las sustancias que componen un alimento por sí solas no son suficientes para nutrirnos, sino que la particular disposición que adoptan en sus tejidos también es necesaria para que nuestra subjetividad participe en el proceso de la nutrición, a través de nuestra percepción, de la forma estético-sensual con la que dotamos a lo que se nos presenta, a través de cómo nos seduce y nos abandonamos activamente a su seducción. Tomo prestado este término para llamar a nuestro fenómeno específico "la textura de la vida”.
El dinero facilita vivir en un mundo de fantasía. Todo lo que vivimos es de alguna manera una fantasía de todos modos. Siempre nos hacemos ilusiones y soñamos con el futuro y nos contamos a nosotros mismos la novela de nuestras vidas de forma que nos satisfaga, incluso cuando nos la contamos de una manera deprimente, porque quizás así nos queremos ver en el mundo, deprimidos, quizá porque la depresión hace las horas de nuestras vidas más largas, interminables, y así logramos usar la depresión como una estrategia para extender el tiempo subjetivo de nuestras vidas. Los buenos momentos pasan siempre muy fugazmente, y así las vidas de los que se consideran afortunados. Le conté una vez esta hipótesis a una chica con la que me gusta bailar, que es sicóloga, y me dijo “habría que preguntarle a los deprimidos qué piensan sobre eso”. Ahora bien, un deprimido no estaría calificado para responder porque el hecho de estar inmersos en la depresión no les da otra perspectiva que la de un deprimido. Y es lo mismo para toda clase de subjetividad: estamos inmersos en ella. No nos podemos remover a nosotros mismos del universo y saber así cómo sería el todo sin nosotros.
Volviendo al tema general de las fantasías, lo importante es ¿me fortalecen o me debilitan?
Los seres humanos no tenemos otra opción más que ser una sola cosa, aunque siempre lamentemos todo lo que hemos abandonado ser. La mayoría no elige, al menos conscientemente y con pasión. Para vivir plenamente (aquí está la confusión) tenemos que elegir una sola meta y alinear todas nuestras otras deseadas formas de ser en soporte de esa meta. En mi caso: ser buen bailarín.
La mayoría elige como solución a este problema someterse a encajar en moldes ya producidos. Estos les proporciona una sensación de tranquilidad, the certidumbre, etc.; mientras que nosotros, los que por la razón que sea no encajamos en esos moldes, no nos queda otra que asumir el riesgo de crear nuestros propios moldes y nuestras propias formas de vivir.
Ahí lo vemos a Blas bailando. Blas entiende que ser un buen bailarín es igual a ser libre, a no necesitar el reconocimiento de los que quieren creer que saben qué es bailar, vivir, saber, y sin embargo no saben nada porque lo mal-entienden todo. A él nunca le interesó comprometer su libertad, es decir, su baile, a cambio de fama, de reconocimiento de los muchos, de los mediocres, de los ignorantes, de los tímidos que nunca salieron de su comodidad para buscar algo bello, profundo y valioso. Y si vas y le decís a Blas que es un buen bailarín, él te va a contestar que él no sabe si es un buen bailarín. No va saludando a todos en la milonga para que piensen "¡Qué buen tipo!". A él no le importa eso. Que los demás piensen lo que quieran. Ni va a bailar con aquella "maestra" porque existe una posibilidad de dar un seminario en un festival. Ni le va a prestar atención a nadie porque pudiera tomar clases con él. Ni va a hacerle creer que él le da un tratamiento especial a alguien porque tratase de hacer que esa persona venga a una milonga que él organiza, ni para que le hagan una entrevista, ni va a fingir ser tu amigo y hacerte creer que puede escuchar un consejo tuyo solamente porque le interesa cuánto de negocio puede obtener de vos. Hoy en día nos hemos vuelto más expertos, precisos y eficientes en estrategias para obtener beneficios económicos de los otros. Vamos directo al grano, sin tener consciencia de ello. Es parte de nuestra naturaleza. Todas las investigaciones psicológicas llevadas adelante desde que el animal humano investiga en ello, se han sintetizado, simplificado y formulado al punto de haberse integrado en nuestra vida cotidiana y nuestras conductas, para que la máquina productiva de la sociedad se vuelva más rentable. A veces descubrimos estos rasgos en los otros y los señalamos con gesto acusatorio, pero al encontrarnos con los que crecieron en la época de Blas nos damos cuenta que nuestra defensiva subjetividad no nos dejaba ver la paja en nuestros propios ojos. Para él, lo valioso es bailar bien, haber conquistado el máximo posible de ese fragmento de realidad que nos tocó en suerte, y no las abstracciones en la cabeza de los que cuchichean para adentro y para afuera como fuentes que están fijas en la tierra, verborreando hasta que se secan; porque conquistar ese fragmento es, ya que todo está conectado a todo, igual a conquistar el mundo.
Una vez estábamos juntos, después de una clase, y le dije –¡Vamos, Blas, a la milonga!
Nunca me voy a olvidar lo que me contestó:
– ¡Pará! Sin apuro... ¿Para qué apurarse? Es la milonga...
Para nosotros, gentes de esta época de computadoras y celulares, todo tiene que suceder inmediatamente porque todo el tiempo está destinado a producir. Todos nuestro tiempo es una deuda que tenemos que pagar, una deuda que aumenta mientras estamos pagando el pasado porque todavía tenemos que comprar el futuro. Para Blas, que nació y creció con estos tangos que oímos y nos gusta bailar, o sea, que nació y vivió dentro del Tango, por oposición a nosotros que estamos en el Tango porque un día lo descubrimos, porque nos volvimos suficientemente sensibles para verlo, aunque ya estaba ahí desde siempre, para él el tiempo es otra cosa; es estar presente, no corriendo con la sensibilidad puesta en lo próximo, en lo que vendrá, como se llama uno de las primeras composiciones de Piazzolla. En la amistad de Blas yo entendí que el Tango es algo que se encuentra en lo que te comparten los que ya fueron el Tango toda su vida, ellos, que como Blas, ya cierran el círculo de la vida y con un abrazo te pasan la emoción de vivir en sí misma, eso que no se puede ofrecer como una mercancía. Blas es nuestra conexión directa a la década de oro, al tiempo donde esta planta llamada Tango floreció, abriendo sus pétalos de magnolia a la noche estrellada de los años cuarenta y cincuenta, después de haberse desarrollado en un terreno fecundo pero adverso por un lapso de varias décadas. Siempre vamos a estar agradecidos con Blas por habernos abierto el puente al Tango de esa época con su abrazo.
Termina la tanda de valses y Blas acompaña a la señorita con quien estaba bailando (la que parece ser japonesa) a su mesa y viene a sentarse con nosotros, saludándonos con una ronda de abrazos.
¿Y por qué Tango?
El mundo se nos aparece en fragmentos. Cada corporación te ofrece un fragmento esencial de tu vida a un precio que los estudios de mercado les asegure ganancias. Pero la vida no es vida para los humanos enteros si no fluye como la corriente de un río. Eso que para Heráclito era evidente, hoy está ausente. Los humanos comunes y corrientes se conforman con sus cachos de vida, que obtienen por subscripción, y saborean esto acá, luego se divierten con aquello ahí, después son abrazados por algo diferente allá, y más tarde se van a dormir sin ellos mismos. Las grandes compañías globales les venden tiempo, y lo llaman "Lifetime", eso sí, marca registrada, los despiertan de mañana con "Awakening", de acuerdo con las fórmulas del branding, los alimentan con "Meals", etc., etc.. Con sus trucos de magia negra, no ya re-nombrando lo que compone nuestras vidas, sino que más, se colocan al inicio, en el bautismo de todo lo real, nombrando todo lo que compone la vida como si fueran dioses, re-produciendo lo que hace posible la vida a partir de su nombrar. No tienen que cambiarle el nombre a las cosas. Registran legalmente los nombres que las cosas ya tienen y de ahí en más la vida se compone de los productos que no podrías obtener si no te subscribís a sus servicios. ¿Querés ser feliz? Ellos te ofrecen diversas soluciones para ese problema, lo que te falta, lo que ellos te llevan a pensar que te hace falta. Las palabras ahora dicen algo que está en las estanterías, son objetivas, nombran mercancías, más o menos abstractas, y todas con sus logos. Y ese ser humano común y corriente tiene fe en la satisfacción que le prometen esos productos, aunque la sensibilidad de su cuerpo, de sus órganos, les haga saber que esos productos no hacen otra cosa que debilitarlo. Finalmente, la fuerza de convicción con que la mercadotecnia enviste a sus productos, lo lleva a desoirse, a negar las señales y los síntomas de enajenación y disolución de su propia existencia, y continuar consumiendo.
Todo seguirá así hasta que se cruce un horizonte, y entonces estas técnicas de marketing se volverán ineficaces.
The passionate ahora gira su cabeza de izquierda a derecha para que lo escuchemos –¿Sabían que según los científicos, cuando cruzás el horizonte de un agujero negro, el tiempo y el espacio se invierten, haciendo que el tiempo no tenga dirección y el espacio sí?
Con el Tango nos permitimos fluir con la corriente del río, con esa corriente única que somos, porque somos el río mismo. La corriente se hace compleja y se simplifica una multitud de veces, y todo lo que sos y te pertenece es y deja de ser y vuelve a ser esa corriente, que sos vos y que no sos vos alternativamente, que es única y diferente por momentos, y muchas e idéntica otras veces.
Bailar podría ser apropiarse del curso del tiempo y del espacio, de la vida.
El rioplatense, estirando las piernas – Como bailarines, somos una especie diferente. Se los explico de esta manera (teniendo en cuenta que todas las explicaciones, todas las racionalizaciones, son simplificaciones): son necesarias medidas de auto-preservación para nuestra supervivencia y prosperidad. Por eso, conscientemente o no, nos separamos de los que no bailan y del modo de vida de la mayoría. Nos juzgan desde la perspectiva de los que no bailan. Es mortalmente peligroso que dejemos que esos juicios nos afecten. Por ejemplo, rara vez realmente disfrutaría bailando para un público que no fuera de bailarines. Además, uso las herramientas que me proporciona la forma en que está organizado este mundo, es decir, considero indispensable cobrar dinero a aquellos que quieren venir a mi mundo, a nuestro mundo de bailarines, como una forma de limitar la intromisión de aquellos que no bailan en el mundo de los que bailan; es una medida de protección. Algo así como cuando se paga una entrada, al cine, al teatro, a una milonga, etc..
Ya lo sabían los bailarines de antes de 1990, los que te miraban de arriba a abajo y te preguntaban con sarcasmo“¿Vos querés bailar Tango?”. En aquella época te decían: “Nene ¿vos querés aprender a bailar tango? Para eso tenés que nacer, el Tango no se aprende”. A esas gentes no se les cruzaba por la cabeza que pudieran lograr ganancias con sus conocimientos sobre el Tango. Tampoco le enseñaban a bailar a cualquiera. El Tango estaba fuera del mundo del salario, la compra-venta, y el pago por servicios. Hoy, el error principal radica en considerar al dinero como dinero y nada más. El dinero implica mucho más. Es parecido de algún modo a lo que significa el sexo entre los amantes. No es sólo la satisfacción de una necesidad, sino mucho más: un pacto.
Cuando yo vi a esos viejos bailar, supe que me iba a tomar toda una vida para aprender a bailar el Tango. Hoy la gente está acostumbrada a resultados inmediatos y a buscar lo más barato.
– Para los que no bailan la yerba siempre es más verde en el mate del vecino.— Pienso.
The passionate – También el dinero puede ser un aporte, un reconocimiento a nuestro valor por parte de quienes lo aprecian, de quienes no pueden o no quieren bailar, total o parcialmente, por el motivo que sea.
A lo que el rioplatense agrega — Y por supuesto, el dinero como compensación por el conocimiento que el Maestro otorga al estudiante. Todos los artistas necesitan benefactores. Cada modo de producción ha generado en la historia una manera acorde de dar sustento a sus artistas. En las sociedades aristocráticas fueron los hombres y mujeres de la nobleza. Durante la Edad Media fue la iglesia. El mundo capitalista trajo maneras más individualistas y variadas de sostener a sus artistas. En este caso son los estudiantes los mecenas de sus Maestros.
Porque, seamos realistas: no es necesario bailar bien para prosperar en este mundo. Ahora bien ¿qué significa prosperar?— El rioplatense cierra la conversación con un final abierto.
Mientras conversábamos, me acordé de lo que le respondí a uno que me preguntaba sobre cómo era The passionate enseñando Tango:
“Él es uno de los pocos que todavía tienen ese pudor que les impide hacer del Tango algo comercial; ese pudor piadoso del que entiende estar tratando con algo sagrado, algo que la mayoría nunca va a entender porque están constituidos, ya sea por nacimiento o educación, de otra materia (¿de pura materia?), por así decirlo. Él no es de los que terminan la clase haciendo publicidad de sus otros “productos “ y “servicios”. Más probablemente, te va a compartir sus reflexiones sobre lo que significa bailar y vivir el Tango.”
Mirábamos la pista y de repente se me ocurrió esto que dije:
– Es realmente difícil bailar Tango. Hay que trabajar en una buena postura, en un buen equilibrio, luego aprender a caminar, a abrazar, a llevar y seguir, a escuchar la música y entenderla, luego las figuras y los pasos, y con todo eso, lo que lleva de años de dedicación y aprendizaje constante, todavía no bailás Tango, todavía necesitás olvidarte de todo eso, y con todo eso ya internalizado expresar tus verdaderas emociones, que siempre están alejadas de nosotros, gentes de este tercer milenio.
Ahora llega esa mujer y lo mira a los ojos al rioplatense y le dice con tono sufrido pero increpante – ¡No me sacás más a bailar! ¿Qué pasó? ¡Yo creí que éramos amigos! A lo que el rioplatense, enderezándose en su asiento como si se despertase, como si se preparase para un debate serio, le dice – No tengo respuesta a tu pregunta. Si este lugar fuera una oficina, un negocio, una corporación, un ejército, etc., yo estaría obligado a rendir cuentas por lo que hago o no hago. Sin embargo, estamos en la milonga. Aquí nadie tiene otra obligación más que el respeto. Y eso es una de las cosas más lindas de la milonga.
Una estudiante de The passionate viene y se sienta con nosotros. The passionate le toma examen y le pregunta quién le parece que baila bien. Ella dice – ¡Ese tipo con el sombrero hacia atrás! A lo que el apasionado responde – No. Creés que ese tipo baila bien porque hace muchos pasos y se mueve todo el tiempo sin parar. Eso no significa que baile bien. Mirá su cara. ¿No parece ausente? Lo vengo observando porque lo conozco, es conocido como un profesor muy popular y tiene su sitio web lleno de palabras muy correctas sobre "códigos", la etiqueta del Tango, etc., pero no practica nada de lo que predica. Ya son varias tandas en las que se queda en la pista de baile mientras suena la cortina, con la chica con la que está bailando, y sigue bailando una y otra vez con ella, de la misma manera ausente. Lo noté especialmente cuando, durante una cortina, estaba parado entre mí y la chica con la que yo quería bailar, impidiéndome, sin darse cuenta, hacer contacto visual con ella. Para bailar Tango, tenés que estar completamente presente y ser muy consciente de todo lo que sucede a tu alrededor. No necesitás hacer muchos movimientos, pero necesitas hacerlos con presencia, con emoción, con gusto, con picardía… ¡Y él baila cada orquesta y ritmo de la misma manera!
– Pero dijiste que es muy popular.
– Correcto. Supongo que eso es lo que quiere la mayoría.
– ¿Y el pelado? Pregunta ella.
– Tampoco. Vos pensás que baila bien porque pone cara seria. En realidad, me hace reír. El Tango se baila con alegría. Baila con la misma actitud que esos tipos tienen frente a las máquinas en el gimnasio cuando están haciendo ejercicio. Ahora, está frente a un ser humano, pero parece que una máquina de los gimnasios fuera lo mismo.
– ¿Y ella?
– No. Mirá, la conocí en una fiesta. Me dijo que su objetivo era alcanzar un nivel de baile lo suficientemente bueno como para hacer que todos los profesores de tango la sacaran a bailar. Para ella, no importa lo que siente, sino lo que piensen de ella. Se ve claramente en su baile. No baila por ninguna otra razón que no sea que vos, y todos los que no saben mucho como vos, crean que es una buena bailarina. Ella es una más de esos que quieren decir de sí mismos que bailan Tango, pero en realidad no quieren bailarlo.Te apuesto a que pronto va a engrosar la creciente lista de profesores de Tango que no saben nada real sobre el Tango. La pista de baile, como la vida, está llena de metas absurdas y malas interpretaciones.
Un tipo viene a sentarse con nosotros. Cree ser amigo del rioplatense. Sin embargo, nadie le presta mucha atención y The passionate lo hace sentir como un extraño contando chistes internos que nos hacen reír a nosotros y lo dejan a él muy desconcertado. Para arreglar de algún modo la situación, él comienza una conversación con la estudiante del The passionate.
Como esa conversación no me interesaba para nada, Yo lo miro a Blas y le digo:
–¡Blas! Decime qué pensás. ¿Por qué nadie puede bailar?
–Lo que pasa, hermano, es que dedican todas las energías al trabajo. Se matan laburando. ¿Para qué? Para ganar guita para comprarlo todo. Trabajan hasta quedar exhaustos y así no se puede bailar. Lo quieren todo, incluido bailar. Pero todo no es posible. Toda elección es sacrificio de las otras. Además, lo más importarte es lo que no se puede comprar.
La gente quiere entretenimiento, distracción, olvidar… ¿qué? Olvidar que tienen un tiempo limitado para lograr todo lo que quieren. Repitámoslo: parecen quererlo todo, pero para conseguirlo todo necesitan un tiempo infinito. Podrían concentrarse en las pocas cosas que les harían mejores (como bailarines). En cambio, buscan más, algo más: una clase, un seminario, una maestra visitante, algo que los lleve a una epifanía. ¿Por qué? Porque los cambios que necesitan hacer para bailar mejor son cambios en sus vidas que no están preparados ni dispuestos a hacer, por miedo, por toda clase de intereses, por compromisos que habían asumido, etc. etc.. No quieren arriesgarse a ser diferentes, pero como no son buenos bailarines, ser buenos bailarines requiere cambios. Esta es una simple ecuación de identidad:
no buen bailarín ≠ buen bailarín
Bailar implica ser otra persona distinta de la que no baila, tener otros valores, otras aspiraciones, otra forma de vida.
De todos modos, hay algo peor: están los que, dándose cuenta de que ser y tenerlo todo es imposible, estrellan la porcelana de la vida contra la pared haciéndola añicos, y con la cara arrugada por el enojo deciden no querer nada.
The questioner regresa a la mesa y lo primero que hace es darle un abrazo a Blas, y le dice:
— ¡Blas, sos el mejor!
— ¡No! Responde Blas, negando con la cabeza — En el Tango no hay "el mejor". El Tango es arte, y en el arte ¿quién es el mejor? Ninguno. El arte es una mirada subjetiva. Lo que vos ves, yo no lo veo ¿Me entendés? Voy al museo y a vos te gusta un cuadro y a mí no. Y no quiere decir que el cuadro sea malo. A mí me gusta un cuadro que vos no te gusta. Y los dos son cuadros de dos artistas poderosos, de dos pintores de primera linea. ¿Me entendés lo que te quiero decir? Y entonces te quedás como diciendo ¿y estos se matan pa' ver este cuadro? Y yo voy y digo esto no me gusta ¡Nada! Esto no sirve para nada. Pa' mí es un cuadro más, pintado por cualquiera. Si vos analizás la paloma de Picasso, y vos decís ¡y la pinto yo! o la pinta un pibe que pinte bien ¡Pero no es eso! No es solamente eso ¿entendés? ¡Es Picasso con todo su arte! ¿Cómo empezó él? Esa libertad, esa pureza. Hay algo más. El arte es eso. Entonces si vos te creés que sos el mejor, que estás solo, estás jodido.
Pienso: “Participar en competencias de Tango es una manera de justificación de la necesidad de bailar ante los esposos, los padres, los que no bailan, etc., necesaria para aquellos que se sienten culpables por dedicarle tiempo a algo que no tiene un valor cierto desde la perspectiva de lo que produce ganancias. La única competencia es con uno mismo.”
Seguimos mirando la pista y decimos pavadas que nos hacen reír. Nos reímos porque en la risa encontramos las mismas verdades que el baile nos sugiere. La risa nos relaja, nos oxigena y nos deja en mejores condiciones para bailar.
Un pensamiento me viene persiguiendo desde hace un tiempo: ya estamos en la Tercera Guerra Mundial. Ya no queda nada más para agarrar, así que los que manejan la sartén tienen que fritar a los otros. Los estados necesitan las guerras para justificar que necesitemos sus gobiernos. Los conflictos emergen desconectadamente, en apariencia, como los incendios forestales, donde pequeños incendios aparecen en distintos puntos, sin que se sepa como se iniciaron, ni qué relación tienen con el incendio principal.
La humanidad podría auto-aniquilarse sin haber experimentado claramente el compromiso a una manera diferente de vivir, un modo de existir en el cual difícilmente pudiéramos encontrar elementos ya presentes en su historia, en suma, una manera no-humana de vida.
Pero seguramente eso es algo que no estaría disponible para la mayoría.
Quizá el caos general del mundo sea una bella oportunidad para que los individuos logren un orden que se fundamente en sí mismos. Claro que individuos de veras son una escasa minoría.
Por fin, Ella me mira. Hace varias tandas que le tengo la vista clavada. No me interesa saber por qué, si es su vanidad, un problema en su capacidad de atención, si le resulta estimulante hacerme esperar, aunque algunas veces me responde inmediatamente, o quizás es eso, mantenerme en la incertidumbre como una manera de defender su libertad de elegir bailar conmigo, contra la evidencia de no poder evitar el deseo de bailar conmigo, ya que para mí es evidente que le encanta, ya que nadie la hace bailar como yo, o será que a veces no se siente lista para mi desafío, porque así es como yo concibo bailar, como un desafío mutuo, como un duelo, como una contienda de seducciones, o por tantísimas otras razones que no llego a pensar por falta de imaginación, o de tiempo…
Alguno me diría “¿tan complicado es bailar?”, a lo que respondo “no, si tu espíritu es simple o no tolera lo multifacético e incierto”, aunque así se empobrecería tu baile y tu vida de modo de convertirte en algo que apenas existe, que apenas baila, que está casi dormido o muerto.
Me voy a bailar lleno de júbilo mientras suenan los compases iniciales de "Nueve puntos" por la orquesta de Carlos Di Sarli, grabado en 1956. Perón ya estaba en el exilio.